martes, 25 de octubre de 2011

Llegamos a 1º de la Eso.

Miramos a la derecha y ¿a que no os imagináis a quien vimos? pues yo os cuento tranquilos... estaban los monos titiriteros de los que os hablé en la puerta esperando a que nosotros entremos a clase... Nos acercamos todos en grupo para que no hubiera problemas. Inevitablemente, los hubo.
-Que pasa Sami, ¿te lamió el pelo una vaca?- me soltó una de ellas.
-No chica, es que tengo el pelo mojado, porque yo al menos me lo lavo, no como otras...- le devolví con cara de desprecio.
Todos mis amigos empezaron a reírse... Yo no quería ponerme a su nivel, pero hay veces que es inevitable... No me gusta hacerle daño a la gente, sean mis amigos o no.
Se apartaron y nos dejaron entrar.
-Sami, ¿cómo has cambiado?
-¿Cambiado? ¡Pero si sigo igual!
-No Sami, antes no eras capaz de decirle tal cosa a los monos esos.
-Ah... te referías a eso... Mira, hay veces que me quedo con las ganas de darle una cachetada, y no se la doy por piedad. Y el otro día me quede pensando: ¿Por qué recurrir a la violencia si tengo boca?
-Jo tía yo quiero aprender a soltarme así.
La verdad, yo nunca en la vida le había dicho algo así a nadie. Pero las cosas como son.
Entramos y como todos los sitios traseros estaban ocupados, no nos quedó otra que sentarnos en primera fila.
Entro nuestro nuevo tutor, se llamaba Pedro y tenía unos ojos enormes. Me caía genial, aunque al resto de mi clase le caía como una patada en el estomago. Pero bueno, para gustos colores.
No puedo descartar que nos convertimos en sus favoritos a medida que pasaba el curso. Era un profesor majísimo y tenía un humor extraño y a la vez atrayente. Se dedicaba al teatro aparte de la enseñanza. Era un profesor exelente.
Éramos los únicos que jugábamos en los recreos, el resto, se sentaba en medio del patio y se ponía a hablar de lo importante que era cada uno. Pero nosotros pasábamos de ese rollo, a nosotros nos iba el rollo infantil todavía.
Ya en clase, se oye en el altavoz que conecta con recepción una oración muy bonita, trataba de la vida, de un paso hacia algo más complicado, algo que te hace reflexionar y a la vez te deja en ascuas.
Como a la media hora de la oración y de la presentación de la clase, vuelve a sonar el altavoz:
<>
Pedro me dijo que tenía permiso para subir, y sin pensármelo dos veces, salí corriendo de la clase. Subía las escaleras de dos en do, empecé a ver gente de primaria y tengo que admitir que la sensación fue brillante ya que me sentía mayor que los demás.
Llegué a recepción y me pasaron uno de los teléfonos de los que estaban allí. Y empecé a oír una voz de tonalidad grave, decía:
-¿Samira?
-Sí dígame- para colmo, se sabía mi nombre.
-Le llamo para informarle de que si madre ha fallecido en un accidente de tráfico esta mañana a las 9:38 minutos exactamente.
Mi cara de asombro y miedo se convirtió en una cara de amargura y dolor.
-Sintiéndolo mucho, vas a tener asistir a un centro de menores o de acogida hasta que te encuentren una familia- continuó la voz.
Dos lágrimas salieron de mis ojos, solté el teléfono y este, cayó al suelo. La señorita de recepción me miro con cara de agobio.
Todo a mi alrededor se había vuelto negro… empezaba a sentir la soledad en letras mayúsculas. Pensaba que la vida no podía irme peor de lo que me iba, pero me equivocaba, ahora se lo que se siente al ser huérfano…

(Continuará)