sábado, 7 de abril de 2012

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Obedecí y entré en su coche. Miré todos los botones de arriba a abajo para intentar averiguar para que servía cada uno. Mi mirada se fue directa a la puerta del conductor, había una foto. Aparecía una chica con el pelo rizado y pelirrojo, con los ojos claros y los labios pintados de rosa. No la cogí, por si acaso entraba Juan y me veía y le molestaba.
Dejé de mirar la foto, ya que oí como la puerta del maletero se abría. Miré hacia atrás y allí estaba él. Un chico de 23 años con esa sonrisa tan perfecta. Le miré a los ojos y sonreí. Giré la cabeza y seguí mirando hacia delante. Unos cinco segundos mas tarde se abrió la puerta del conductor y entró.
-¿En qué zona vives? -dijo- ¿sabes como llegar no?
Asentí con la cabeza y sin esperar un segundo, arrancó el coche.
-En mi piso solo hay una habitación. En ella duermo yo, pero no habrá problema, dormiré en el sillón y tu dormirás en mi cama- añadió mientras miraba a la carretera.
-No hace falta, puedo dormir en el sillón. Solo necesito una manta y un cojín.
-Me acabo de acordar que tengo una cama supletoria debajo de mi cama. Dormirás mejor en ella.
-Esta bien. Si hace falta, cojo la cena de mi casa.
Llegamos a mi casa. Salta el muro y cojo la llave que mi madre siempre tenía escondida en una de las macetas de la terraza. Abro y subo a mi habitación. Cojo ropa, abrigo, pijama, lo necesario para mi aseo, mi almohada y bajo a la cocina a por algo de comer. Apago todas las luces que he encendido y sin evitar el lloro, salgo de mi casa, cierro la puerta con llave, guardo la llave en mi maleta y me dirijo al coche.
Juan salió del coche, cogió todo el peso que yo llevaba y lo metió en el maletero.
-Gracias- añadí.
-No hay de qué.
Abrí la puerta del copiloto y volví a entrar en el coche. Mi tripa empezó a revolverse. Estaba nerviosa. Era una aventura diferente. Peligrosa para ambos. Y no tenía ni idea de como iba a acabar aquello.
Cerré los ojos. Al abrirlos ya habíamos llegado a su edificio. Miré el reloj, me había quedado dormida. Bajamos una rampa en coche que llegaba al garaje. Se encendieron las luces automáticamente. Aparcó increíblemente bien y bajó del coche.
Mi cinturón estaba atascado, por lo que no podía salir. Juan se dirigió a mi sitio, abrió la puerta y con cuidado, pasó la cabeza por encima de mis piernas para poder ver el cinto. Me puse recta e intente no rozarle. Con un gran apretón, consiguió desabrochar el cinto. Roja como un tomate, salí del coche y me dirigí al maletero.
Abrí, cogí mis cosas y cerré. Me volvió a quitar todo de las manos y nuevamente le agradecí su acto de caballerosidad.

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