jueves, 12 de abril de 2012

...

Cogimos un ascensor que llevaba al tercer piso. Concretamente eran cinco y tuvo muchísima suerte de encontrar ese piso, ya que el tercero, era uno de los más grandes. Bajé del ascensor:
-Necesitas ayuda con eso- afirmé- dame algo que no me importa llevarlo.
-No hace falta de verdad. Es el 3ºB, toma la llave.
Cogi la llave y me dirigí hacia la puerta que ponía B. Intenté abrir pero se me hizo imposible ya que no entendía esa cerradura.
-No puedo girar la llave.
-Tienes que tirar de la puerta un poco y despues girar la llave al sentido contrario.
-Gracias
-No debes darme las gracias por todo.
-Pero esto que estás haciendo por mi es muy bonito y...
-De nada, es lo menos que podía hacer cuando alguien lo pasa tan mal- me dijo con su preciosa sonrisa.
Me sonrojé y me giré hacia la puerta. Esta vez, conseguí abrirla. Deje que pasara él primero, pero se negó y me dijo que pasara yo. Obedecí y entre.
De repente mis ojos empezaron a abrirse como platos. Miraba a todos lados con la boca abierta. Era un piso increíble y estaba perfectamente decorado. Un estilo medieval con algo fantástico a la vez. En las paredes había espadas y cuadros abstractos que hacían que la casa tuviera algo de locura. Los muebles tenían estilo rústico y el baño, o al menos lo que se veía de él, estaba decorado con cuadros chiquitos de personajes de ficción. Me quedé paralizada en la puerta.
- mm... Perdona Sami... puedes apartarte... voy cargado...
-Perdón, lo siento mucho no me di cuenta. Estoy sorprendida, tiene usted muy buen gusto.
-Gracias, pero... ¿por qué ahora me tratas de usted si siempre me tratas de Juan?
-Porque ahora estoy viviendo en tu casa y realmente no te conozco como para tratarte de tú.
-Por favor, trátame de tú. No hay ningún problema.
-Vale.
Me aparté y le quité algunas cosas de las manos.
-¿Dónde las dejo?- le pregunté
-Llévalas a la habitación.
Me dirigí a la habitación y él detrás mio. Entré y sucedió exactamente lo mismo. La cama era de agua, las paredes estaban pintadas de verde pistacho y el techo de blanco. Me entraron ganas de lanzarme a la cama
Oí como la puerta daba un portazo y asustada me giré. Juan ya había soltado todas mis cosas sobre su cama y se dirigía hacia mi. Empecé a tener miedo. Su cara me miraba fijamente con aspecto de lujuria. Me quedé paralizada mirándole, no podía moverme, tenía demasiado miedo. Creía que me iba a violar o algo parecido. Se agachó ligeramente hasta alcanzar mis ojos con los suyos paralelamente. Mis labios estaban a pocos centímetros de los suyos. Tenía deseo de besar a ese señor con esa sonrisa tan bonita. Pero él se adelanto a mis movimientos y cogió la ropa que tenía yo en las manos.
-Uff...-dije con alivio.
-¿Has dicho algo?
-Nada, que muchas gracias por lo que estás haciendo.
-Ya te he dicho que no me tienes que dar las gracias.
Silencio.

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